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Discusiones alrededor de la memoria en el ejercicio artístico

y teatral colombiano.

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Las abuelas son como las guayabas sirven para la memoria…

Sara, Los Campanarios del Silencio.

 

El arte y la memoria han tenido a través de los años gran significación, ya que se han integrado aspectos de la cotidianidad y se han convertido en expresiones estéticas y por ende artísticas, las cuales han sido tan importantes  que se han convertido en un vehículo por excelencia  de denuncia, resiliencia y resignificación. Tanto ha sido el interés, que en diferentes latitudes del mundo se han encargado de resignificar acontecimientos que marcaron no solamente a sectores sociales, lugares, personas, sino que también se han convertido en acontecimientos históricos de gran trascendencia, como lo es el holocausto Nazi, los bombardeos a Hiroshima y Nagasaki, las diferentes dictaduras militares en América Latina, por un lado Chile y la gran persecución que en el periodo presidencial de Pinochet hubo a escritores, artistas y toda la población civil, y por el otro Argentina con treinta mil desaparecidos y posteriormente ejecutados durante dictadura militar de finales de los 70’S e inicios de los 80’S.

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Colombia, no es la excepción, y aunque los libros de historia no hablan de periodos extensos sobre dictaduras, la violencia política en Colombia ha tenido una gran incidencia, la cual ha marcado la historia y a las personas que de una u otra forma han experimentado los vejámenes de la guerra, tanto así que se han convertido en décadas de crueldad “Entre 1985 y 2016, el conflicto armado colombiano dejó más de ocho millones de víctimas: 267.000 muertos; 46.000 desaparecidos, 10.000 personas afectadas por minas antipersonales; 17.000 violentadas en su integridad sexual (la mayoría, mujeres) y un millón y medio de hogares desplazados por la violencia. Las mayores afectaciones ocurrieron entre 2000 y 2003. En esa época, miles de familias, muchas provenientes de las zonas rurales, se desplazaron masivamente y comenzaron a engrosar los cinturones de miseria de las grandes ciudades.” (Consejería DDHH, Gobierno de Colombia , 2016) 

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Por tal razón, la memoria en Colombia se ha convertido en un deber y un reto, ya que por años muchos grupos artísticos por medio de la música, el cine, el teatro, las pinturas, las esculturas y demás expresiones artísticas han resignificado acontecimientos que son importantes de recordar, los mismos acontecimientos que por años se siguen repitiendo, como si sufriésemos de una amnesia que cubre hasta las fibras más profundas de la memoria en Colombia, los artistas tienen un arduo camino por recorrer.

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En este sentido, David Ramos Delgado y Alexánder Aldana Bautista en su artículo  ¿Qué es lo educativo de las obras de arte que abordan las memorias en Colombia? reflexiones para el debate en torno a la relación arte y memoria. (2016) Manifiestan que en la actualidad tenemos un cierto grado de obsesión como pueblo colombiano por la memoria, pues la situación actual del país obliga a mirar el pasado, en primer lugar para esclarecer hechos atroces que han dejado la violencia política por tantos años  y por otro lado para evitar que se repita, tanto así que “la memoria parece invadir el espacio público de la sociedad Colombiana” por lo tanto, uno de los mecanismos que resignifica y educa es el arte, sanando heridas que difícilmente se han tratado de curar,  donde los sobrevivientes de acontecimientos atroces se convierten en artistas de su propia vida e historia.

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Respecto a los debates alrededor del papel que tiene el teatro en la sociedad, surgen muchos interrogantes, los cuales las personas ya sea por su experiencia en escena, o por su aporte académico han contribuido para que surjan corrientes teatrales, vanguardias, y un sin número de formas de hacer y crear en el teatro, implementando diferentes expresiones artísticas, entre las más destacadas está la danza, las artes plásticas, la música y hasta producción audiovisual, estas expresiones nutren de gran manera la forma como se hace teatro, las personas que prestan sus cuerpos para darle vida a los diferentes personajes y también para el público que ve este tipo de expresión estética.

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“es un ejercicio necesario para reconstruir los hechos que marcaron determinado territorio; el abastecimiento de documentación, así como también el insumo que brindan los testimonios orales, se convierten en materia prima para la construcción teatral.” (Fernández, 2011, pág. 3) De tal manera, esta forma de hacer teatro tiene una serie de aristas que lo nutre, dentro de las más fuertes está la historia y la forma como dentro de la escena se cuenta, ya que la historia“un teatro de la memoria. (…)  En él no deben existir obstáculos para la recuperación de la memoria.” (Meneses, 2013, pág. 36)Indagando sobre los interrogantes que hay alrededor del teatro en la sociedad, la memoria es una constante dentro de esos debates, ya que el teatro sirve como canal para representar, mostrar y personificar; aquí, la memoria entra a tener un papel muy importante, pues no solamente es un canal para recordar, sino también para transformar dentro y fuera de la escena. Tanto así que se puede hablar de la memoria como el canal en el que se puede debatir, crear y recrear, convirtiéndose en

Convirtiéndose el teatro en una doble vía, una es darle voz a la memoria y la historia de grupos, colectividades, lugares y/o acontecimientos determinados, y la otra vía se define en una lucha política y de resistencia contra el olvido “ Hay una lucha política cuyos adversarios principales son las fuerzas sociales que demandan marcas de memoria y quienes piden la borradura de la marca, sobre la base de una versión del pasado que minimiza o elimina el sentido de lo que los otros quiere rememorar” (Jelin, 2002, pág. 60). “ Por tal razón el teatro se convierte en el enunciador y en el denunciador, es ese teatro que cuestiona, que recuerda y que en ocasiones llega a incomodar.​

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Partiendo  de estos debates artísticos y del compromiso social que conlleva la memoria en el teatro, Colombia no ha sido ajena a estas discusiones, ya que tiene miles de historias por relatar, nutriéndose de sus marcadas vivencias y sus variados testimonios que han sido escenificados; de esta forma, el teatro de la memoria tiene una serie de características que van desde el tipo de relato, ya que son historias que las víctimas han decidido contar, junto a esto, en varios casos los actores y actrices son las mismas víctimas, que encuentran en el teatro un canal que quizá no es el más asertivo para comunicar sus vivencias,  pero si para exhortar el dolor, para desnudar sus sentimientos:  “De ahí que el sufrimiento de las víctimas representado sobre la escena no sea simple materia dramática para los autores, sino que, también, se traduce en sentimientos de rabia y piedad, de temor y solidaridad, impotencia y exigencia de justicia: en emoción verdadera” (Lamus Obregón, M. y Pulecio Mariño, E. , 2012) De este modo, el teatro se convierte en un teatro en primera persona, donde los sentimientos, emociones y los cuerpos tienen otra significación. 

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Identificamos así, la importancia que adquiere este tipo de hacer teatro en Colombia pues tiene gran significación, tanto así que se convierte en objeto de experimentación y estudio no sólo en el ámbito artístico, sino personal, ligado al acontecer político, social y cultural, cuestionando la pertinencia del modo y modelo teatral occidental, imprimiendo un sello único a la forma como se crea, se escenifica y se concibe el teatro.

“En los últimos treinta o treinta y cinco años se viene produciendo un teatro que se constituye en correlato artístico de los hechos de violencia. (…) En consecuencia los rótulos genéricos como tragedia, forma característica del teatro occidental, no es pertinente, no representa a cabalidad la visión que nuestros escritores de teatro quieren expresar. Por este motivo, palabras como tragedia o drama se combinan con otra u otras para tratar de precisar el fenómeno. Pero en general se les alude a favor de lemas modernos, tales como Dramaturgias de la violencia, Dramaturgias de la resistencia o Dramaturgias de la memoria y otras similares, entre ellas Poéticas del horror. Así mismo se habla de un Teatro que reconstruye, el cual abarcaría las nuevas ritualizaciones colectivas de expresión de dolor” (L. H. Sáenz, C.J. Jaime, A. Benavides, J. Molina & D. Suarez , 2013, pág. 26)

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De este modo, el teatro tiene una versatilidad única que permite crear mundos, deconstruir conceptos y vivenciar acontecimientos que abre las puertas a dimensiones en donde todo se vale, en donde la comedia, el drama y por consiguiente el dolor personal y los aconteceres colectivos son tan válidos como importantes “Así mismo se habla de un teatro que reconstruye, el cual abarcaría las nuevas ritualizaciones colectivas de expresión del dolor” (L. H. Sáenz, C.J. Jaime, A. Benavides, J. Molina & D. Suarez , 2013, pág. 19)

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En este orden de ideas,  al hablar de las memorias en el territorio colombiano, la mayoría  de las veces, nos remontamos a los hechos violentos que marcaron cuerpos, lugares y  épocas, por lo tanto, las personas que recogen los relatos y que los convierten en piezas teatrales se les comenzó a denominar Dramaturgos del conflicto, estos, tiene una tarea muy compleja dentro del ámbito teatral colombiano  y aún más dentro del ejercicio de la memoria,  ya que surgen interrogantes como: qué es lo que se recuerda y cómo se muestra; por consiguiente, “los dramaturgos del conflicto son conscientes de la necesidad que tenían de crear unas condiciones dramatúrgicas y psicológicas para que los espectadores pudieran enfrentar libremente y sin traumas la experiencia de la violencia.” (Lamus Obregón, M. y Pulecio Mariño, E. , 2012, pág. 36)

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Si bien, el dramaturgo del conflicto tiene la potestad para relatar, también tiene la obligación de que las piezas dramatúrgicas se conjugue de manera equilibrada y sutil con acontecimientos trágicos y voces silenciadas esencialmente, siendo el cuerpo la herramienta principal, en otras palabras, poetizar el dolor. “Como quiera que sea, y como no se trata de juzgar al hombre, sino a sus acciones, los dramaturgos del conflicto han iluminado con sus obras, y desde muy diversos puntos de vista, la tragedia nacional como un modo de explorar los sentimientos de una sociedad inmersa en su perplejidad” (Lamus Obregón, M. y Pulecio Mariño, E. , 2012, pág. 128) Haciendo de lo real y lo mágico el escenario perfecto para que los espectadores podamos conocer lo más profundo de las memoria que esta dramaturgia trae en sí.

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Por años, el conflicto colombiano se tomó las escenas teatrales por la vía artística, y el teatro personificó el conflicto con un sin número de montajes que grupos de teatro históricamente reconocidos y de más grupos de diferentes sectores políticos, sociales y económicos crearon con contenidos finos y exquisitos, piezas estéticas de admirar, las cuales denunciaban no solamente actos atroces por parte de diferentes actores armados, sino el silencio y la indiferencia del otro gran porcentaje de la población colombiana, partiendo de las consignas que “el silencio nos hace cómplices” y “nos cansamos de callar” han surgido excelentes obras de arte equilibradas, francas melodías que nos retratan, nos recrean, nos reafirman.

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Dentro de un sin número de creaciones dramáticas colombianas, han habido tres que a modo personal son pertinentes de resaltar y que nuevamente dentro de los llantos, las risas y las canciones muestran la Colombia que muchas veces se olvida o que simplemente se niega a recordar. Dos de los montajes hacen parte del grupo de teatro La Candelaria: Si el río hablara dirigida por Cesar Badillo y Soma Mnemosine (El cuerpo de la memoria) quien la dirige Patricia Ariza; y el gran montaje del maestro Fabio Rubiano titulado “Labio de liebre”. Estas muestras dramáticas, aparte de tener un arte impecable y unas actuaciones deslumbrantes, son el Teatro de la Memoria, el que se rehúsa, bajo de cualquier circunstancia olvidar.Resinificando así aconteceres que han marcado la vida de miles de personas en Colombia, siendo la analogía adonis de la cotidianidad,por consiguiente adquiere tanta importancia importancia  “la eficacia del discurso performativo es proporcional a la autoridad de quien lo enuncia. Implica también prestar atención a los procesos de construcción del reconocimiento legítimo, otorgado socialmente por el grupo al cual se dirige.” (Jelin, 2002, pág. 35)

 

Centrándonos más a la escena local, e indagando también con lo que se mencionaba líneas atrás sobre el teatro de la memoria, la apuesta del teatro en la Universidad de Cundinamarca se puede denominar también como un teatro para la memoria, unos buenos ejemplos son Pueblo Indolente escrita y dirigida por la maestra Martha Martínez la cual relata uno de los acontecimientos históricos en Colombia más relevantes y es el fusilamiento de Policarpa Salavarrieta, lo particular de esta obra es que aunque hay diferentes personalidades históricas, es la Pola quien protagoniza este montaje teatral, siendo ella la heroína de la historia , este montaje aparte de recordar un aspecto de nuestra tradición, resalta el papel de las mujeres en la historia del País. También podemos evocar Creaciones colectivas como “La Falda de Emilia” que resalta la masacre de las bananeras perpetrada en Ciénaga Magdalena en la primera mitad del siglo XX, es una obra de teatro situada en Mompóx que trae consigo la magia de la música del Caribe, el misticismo del río Magdalena y la situación de los artesanos y campesinos para la época, pues la invasión extranjera estaba empobreciendo a este pueblo y aunque son diferentes épocas, la historia que se relata en esta propuesta dramática es pertinente de contar y debatir en la actualidad.

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Finalmente encontramos “Colombia Macheteada. Memorias de un pueblo que se levanta” es una creación colectiva del grupo de teatro Elementa, con la dirección de Natalia Morales; esta pieza teatral aparte de hacer un recuento de los acontecimientos que marcaron a diferentes personas dentro del conflicto colombiano, es una apuesta a la esperanza, al resurgir de la cenizas como un acto de catarsis tanto para los actores, como para los expectantes, Pulecio define el teatro así:“Pero aquí más que del contenido artístico de la tragedia, se supone ha de tratarse de su función redentora, por llamar de esta manera al movimiento psicológico de la catarsis, de la purificación de las emociones del espectador o, así sea, a la esperanza de una compensación, más allá de lo inmediato, como consecuencia de alguna forma de satisfacción moral, o de nuestra propia autocompasión o benevolencia.” (Lamus Obregón, M. y Pulecio Mariño, E. , 2012, pág. 57) Siendo esta obra el ejemplo más claro en cuanto a los vínculos que hay entre la memoria y el teatro, considerándola así como una pieza dramática que hace parte de la reciente Dramaturgia del conflicto.

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En este sentido, es necesario destacar el papel que ha tenido el teatro dentro de la escena nacional, que en ocasiones no responde a las necesidades del pueblo pero que trata, a como dé lugar de hacer su mejor esfuerzo, de tal modo que para nosotros como académicos y artistas de la palabra, nos queda un largo camino por recorrer, ya conocimos y vivimos en la Colombia en conflicto, ahora es tiempo de reconstruir este país, pero esta es una tarea que queda incompleta si la memoria y las discusiones alrededor de esta no se siguen debatiendo, dentro de los escenarios artísticos, académicos y educativos.

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A modo de conclusión este primer capítulo nos deja grandes reflexiones, la primera es que efectivamente el Teatro Universitario aún mantiene aspectos que lo caracterizaron décadas atrás y esto gracias a la dirección que estos grupos ha tenido, pues la formación que los integrantes han adquirido  no solamente se limitan a aspectos técnicos, sino que va más allá, convirtiendo a los estudiantes en seres humanos capaces de poner sus cuerpos y emociones a favor de la escena. Junto a esto, todo el bagaje que tienen los grupos de teatro en cuanto a puestas dramáticas y los mensajes políticos, críticos y estéticos que cada uno de estos tiene, alimentando así las discusiones artísticas y académicas que se han dispuesto dentro y fuera de la universidad.

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Por otro lado, la pertinencia de las obras de teatro con las épocas las cuales los estudiantes han vivido, son el resultado de largos debates sobre la pertinencia de la memoria dentro de los montajes escénicos y cómo se puede mostrar de forma crítica y concisa los diferentes aconteceres que han sido relevantes para entender nuestra historia, poetizando el dolor y dándole un alto grado de importancia a historias y personas que han encontrado en el teatro el mejor escenario para sanar sus heridas más profundas consecuencia de la violencia que ha tenido que vivir éste país.

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